Karagabí el héroe del pueblo
Embera (hombre arquitecto de la vida) fue el creador del hombre y de todo
cuanto existe, menos del agua.
Sabiendo Karagabí la
importancia que tenía el agua para su pueblo, le pidió a su padre que le
enseñara a conseguir el agua. Su padre le dio una varita que, al golpearla
contra dos piedras, por la mitad salía un hilito de agua. No obstante, su padre
le advirtió que no la derrochara pues era escasa y debía alcanzar para todos.
Entonces Karagabí le transmitió a los Embera que todos los días fueran a
recoger el agua, muy de mañanita, que él estaría allí repartiéndola. Y así fue.
Los Embera iban y hacían cola con una totuma y Karagabí las llenaba. Y así fue
por mucho tiempo. Karagabí no podía darles más de lo que brotaba de las dos
piedras.
Así sucedían las cosas entre
los Embera, hasta que un día vieron aparecer a un Embera (indio) que nadie
había visto antes, trayendo agua y pescado en abundancia. La gente Embera
estaba sorprendida. Entonces se fueron dónde
estaba Karagabí y le dijeron: “Usted es nuestro padre y creador. Usted debe
saber de dónde se saca tanta agua”.
Karagabí ante el alboroto de
la gente y temiendo una rebelión les dijo: “Tengan paciencia, voy a averiguar”.
Y así hizo. Karagabí le siguió el rastro al indio que iba derechito al cerro.
Allí el indio abrió una puerta grande en una roca. Antes de que se cerrara
Karagabí se convirtió en colibrí y se coló por
ella. Una vez adentro Karagabí vio una laguna inmensa, como nunca antes
había visto en su vida. En esa laguna había peces de todos los colores y
tamaños. Como el indio sacó una vara para pescar, Karagabí, que quería seguirle
la pista hasta el final, se convirtió en pez y mordió el anzuelo. El indio sacó
el pez y comenzó a golpearlo con un palo, pero el pez no moría y el indio
seguía dándole garrote. Al fin se quedó quieto y se lo llevó a la casa para
ahumarlo. Cuando el pescado sintió el calor comenzó a brincar y fue allí cuando
el indio se dio cuenta que se trataba de Karagabí que estaba jugando con él y
salió corriendo del susto.
Karagabí entonces se convirtió
en tigre y lo alcanzó. Karagabí lo “frentío de una”: “Te voy a preguntar cuatro
veces ¿de dónde sale tanta agua y tanto pescado?”. El
indio dijo cuatro veces que no sabía. Entonces Karagabí le dijo: “Te voy a
preguntar una sola vez ¿me das el agua y el pescado que necesito para mi
gente?”. Y el indio respondió otra vez que no. Entonces Karagabí le pregunto “¿Por
qué mezquinas el agua, no te das cuenta que es un bien que hay que
compartir?”. El indio se quedó callado y miró para la montaña haciéndose
el bobo, como si la cosa no fuera con él. Entonces Karagabí, que ya estaba perdiendo
la paciencia le dijo: “Te voy a dar una última oportunidad para que respondas
¿Dónde existe el agua?”. Y otra vez el indio respondió que no. Entonces
Karagabí lo agarró por el pecho y le dijo: “Como eres mezquino te convertirás
en Jenzerá en hormiga”. Es por eso que desde entonces las hormigas no pueden
tomar agua y tienen que cargarla en gotas sobre el pico.
El pueblo embera quedó
contento con este castigo y se fueron con Karagabí a la laguna. Pero cuando
llegaron al cerro no encontraron nada. Todo se había transformado en una selva
muy espesa. Y en vez de la laguna había un jenené inmenso que llegaba hasta el
cielo y oscurecía todo. Entonces fue cuando Karagabí se dio cuenta que jenzerá
tenía mucho poder y también quería jugar con él, convirtiendo a la laguna en un Jenené. Karagabí
reunió entonces a toda su gente y les preguntó: “¿Qué podemos hacer para
derribar este jenené?”. A lo cual la gente respondió: “No sabemos, no podemos
decidir”.
Entonces Karagabí ordenó que
se llamara a todos y que ninguno faltara. Y que cada uno trajera hachas de
piedra. Así fue que todos madrugaron y empezaron a darle hacha para tumbar al
jenené. Pero el palo era muy fuerte y las hachas rebotaban. Entonces Karagabí
mandó a hacer hachas más finas, que parecían de metal. Y así lograron abrirle
un corte al árbol. Ya entrada la noche Karagabí decidió suspender el trabajo
para reanudarlo al día siguiente. Pero al día siguiente observaron que el corte
que habían hecho se había cerrado. “Esto no puede ser” dijo Karagabí “empecemos
de nuevo”. Pero al otro día cuando volvieron el árbol se había cerrado de
nuevo. Y así sucedió durante varios días.
Entonces Karagabí llamó a
los mejores guerreros y ordenó montar guardia durante la noche. Así se dieron
cuenta que bocorró le avisaba a jenzerá de lo que estaba haciendo Karagabí y su
gente y venía a sanar al jenené. Karagabí furioso lo aplastó con el pie y le
dijo: “De ahora en adelante tu tendrás que cuidar el agua”. Es por eso que el
sapo vive a la orilla de los ríos y lagunas y como quedó aplastado ya no puede
caminar como antes, sino brincar.
En vista de todo esto,
Karagabí escogió a los hombres más fuertes de su pueblo para trabajar día y
noche y cuando estos estuvieran descansando, los guerreros montaban guardia
para que jenzerá no pudiera tapar el corte. Pero jenzerá que era muy astuto
logro colarse por las ramas de otro árbol y le puso una varilla de piedra al
corazón de jenené para que este no se cayera.
Al ver Karagabí que las hachas rebotaban o se quebraban contra el corazón de jenené, mandó a hacer un hacha inmensa de oro que mandó a traer de muy lejos. Y allí sí se pudo entrar al corazón de jenené. El árbol comenzó a ladearse, pero no se caía, porque jenzerá lo había amarrado con un bejuco a otros árboles.
Así fue que llegó el agua a todas partes y se llenaron los ríos, lagunas y ciénagas de peces.
Karagabí llamó entonces a la
familia de los micos, que antes eran gente embera. Primero llamó a zsrua y le
ordenó que subiera al árbol y mirara que pasaba. Pero este no pudo subir mucho
y se devolvió. Entonces Karagabí sentenció: “Ustedes los zsrua serán siempre
así, perezosos”. Después llamó a yerré. Este subió, pero no pudo llegar hasta
la cima, pues se entretuvo mucho en el camino. Karagabí sentenció: “Ustedes los
yerré serán siempre así, juguetones y distraídos”.
Luego le tocó el turno a
mizsurrá. Pero este subió solo unos metros y se asustó. Karagabí sentenció: “Ustedes
los mizsurrá serán siempre así, miedosos”.
Llamó entonces a u’nra, pero
esta tampoco pudo. En fin, muchos animales de la familia de los micos hicieron
el intento, pero no pudieron. Sólo cuando le tocó el turno a la ardita, esta sí
pudo cortar el bejuco, pero el árbol tampoco cayó, pues entretanto jenzerá lo
había amarrado con otro bejuco más arriba.
Karagabí mandó a llamar a
chidima, pero este puso la condición de que tenía que tirar una fruta desde lo
alto y llegar primero que ella al suelo. Y esto repetirlo por cuatro veces. Una
vez repetidas las cuatro pruebas con éxito, chidima pidió un machete de 25
kilos para cortar el bejuco. Ya en lo más alto del árbol chidima gritó que todo
el mundo tenía que retirarse a lo más alto de la montaña. Cuando todos se
retiraron, Karagabí se retiró a la cima de Kugurú y dio la orden a chidima de
cortar el bejuco.
Cuando el árbol comenzó a
caer se despejó el cielo y se oyó un gran estruendo. El agua comenzó a brotar
por todas partes del árbol. Las ramas de Jenené cayeron sobre la montaña. Y el
tronco y la raíz cayeron lejos. Donde estaban las raíces se formó el mar. El
tronco se convirtió en el río Keradó. Las ramas más gruesas se convirtieron en
los ríos Iwagadó y Kuranzadó, las menos gruesas en los ríos Manso y Kiparadó.Jenené
tenía unas flores muy grandes y redondas. Todas estaban cargadas de agua. Al
caer el árbol se abrieron formando inmensas Evazo¬zoabañia, como la grande de
Lorica, la de Betancí, y otras más pequeñas.
Todos los embera quedaron
maravillados. Karagabí “testamentó”: “Esto ha sido fruto del esfuerzo de todos
los embera y debe conservarse así para siempre”. Yo estaré vigilando para que
esto se cumpla. ¡El embera que no cumpla este mandato será castigado!”. Karagabí
escogió a los hombres más firmes de su pueblo Embera y los convirtió en
zhaberara. Estos hombres recibieron el encargo de cuidar las ciénagas y ríos y
garantizar que estén allí para beneficio de todos.autor. embera eyabida kimi pernia
san jorge córdoba
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