La poesía indígena de América ha
tenido igual suerte que los otros rasgos de su cultura: el desprecio de los
colonos por las lenguas y tradiciones aborígenes, el afán por abolir lo que no
se comprende y la desgraciada y arrogante necesidad de obligar al otro a ser,
creer y pensar como el que ejerce el poder y la “verdad”, produjeron el más
atroz de todos los crímenes posibles: ignorar y destruir la poesía de los seres
que habitaron América. A pesar de la devastación, resplandecen entre los
escombros y el olvido, los vestigios de una de las más singulares y elocuentes
poéticas; oír estas voces es como tener en nuestras manos las últimas hojas de
lo que fue una selva. En este texto está la verdad de nuestra tierra; desde
Alaska hasta la Patagonia oímos el rumor de aquellos que alguna vez, mirando al
cielo de la noche, dijeron: “las estrellas son los ojos de los dioses” [José
Zuleta].
CHI DRUA
Chi
drua Dachi o kiraju maude Dachi soo;
Naude
bu chi abu chi puur
Mabae
moda besi;
Naude
karinoré chi jauri ekarebena chi Dachi oa junebé chi jukara neponoeuroa.
Jau
druade chi ibana kara mipita panubu,
Dahi
bania biia uranubu,
Chi
kera kar piuma beba utá odoipeda maude Dachi jauri wasi maude Dachi ome beia
komara nidau.
Nau
drua paima maude kuara bema dai buru waru Dachi okar sodoirudá;
Makara
Dachi abuma badama wai,
Jau
ibana ikia, Dachi kakuma baniaba aduabu;
Dachi
nua mode pawara kubude arauba karide wadai Dachi komara nore mukiraka.
Dachi
imama kidada nore, poema isabude bena, tambor de mura, chi purciru iaba mipita modede
bianubú.
NACAVERA
JESÚS
LA
TIERRA
La
tierra es el comienzo de la alegría y el llanto;
en
ella vive la placenta roja
convertida
en piedra negra,
en
ella están los rituales de seres subterráneos
que
amarran nuestra sangre
con
las lianas del tiempo.
En
esa tierra
está
la pluma del tucán
que
guarda el colorido de la vida,
está
el agua libre e inquieta,
el
aroma y el sabor de todas las hierbas
que
nos llevan al cielo y al infierno,
estamos
tú y yo
con
la fuerza de los sueños.
A
esa tierra negra o amarilla
irán
estos huesos
cuando
la boca del tiempo los haya chupado;
volveremos
entonces a esa placenta,
a
esa pluma, al agua que toca los cuerpos;
iremos
a cantar entre los hilos verdes de esas hierbas
para
alimentar todos los sueños de los hombres.
Volveremos
a ser diente de tigre,
poema
de la noche, tambor de yegua,
sonido
de flauta a altas horas de la noche
en
lo profundo de la gran montaña.
Por:
Fredy Chikangana, 2010
No hay comentarios.:
Publicar un comentario